ROMANOS 12:9-10


La mayoría hemos aprendido a fingir que amamos a los demás en diferentes situaciones de la vida. Sabemos cómo hablar con bondad, evitando herir sentimientos y aparentando interés por los demás. Pero Dios nos llama a sentir el verdadero amor que va más allá de las emociones y conducta superficiales. El amor sincero requiere concentración y esfuerzo. Incluye hacer algo para que otros sean mejores. Demanda tiempo, dinero y participación personal. Ninguna persona tiene los recursos necesarios para amar a toda una comunidad; pero una iglesia, el cuerpo de Cristo en su ciudad, lo puede hacer. Piense en personas que necesitan su amor en acción y considere los medios que usted y los demás miembros pueden usar para unirse y mostrar amor por su comunidad en el nombre de Jesús.

Podemos honrar a los demás de dos maneras. Una encierra motivos ocultos. Honramos a nuestros jefes a fin de que después nos recompensen, a nuestros empleados para que trabajen más, a los ricos para que contribuyan a nuestra causa, a los poderosos para que utilicen su poder a nuestro favor y no en nuestra contra. La otra manera de Dios encierra amor. Como cristianos, honramos a las personas porque fueron creadas a la imagen de Dios, porque son nuestros hermanos en Cristo, porque estamos agradecidos por la forma en que contribuyen a la edificación del cuerpo de Cristo. 

¿Le parece demasiado difícil para su naturaleza competitiva la manera en que Dios honra a los demás? ¿Por qué no intentar superarnos mutuamente en cuanto a honrar a los demás? ¡Ponga a otros en primer lugar!

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